Pensar en el paisaje como territorio en estos tiempos de Covid-19 es repensar también las teorías de Michelle Foucault, Foucaud nos habla del cuerpo vivo y por lo tanto mortal y es a partir de esa relación de cuerpo que podemos articularlo con distintos aspectos, entre ellos nuestra geografía, nuestro territorio y como el Covid-19 como pandemia nos ha obligado a repensar nuestra relación con nuestro entorno, y como este, se ve afectado. Preguntarnos cómo la mascarilla se ha convertido en extensión de nuestro cuerpo, la mascarilla como objeto central de nuestra biopolítica, y como nosotros a través de este nuevo cuerpo, de estas nuevas normativas nos introducimos al paisaje como territorio.
En su ensayo Paul Preciado señala que hemos pasado de una sociedad orgánica pensada desde lo natural con ciertos visos tecnológicos a una sociedad casi digital a una economía inmaterial y sobre todo a formas de control disciplinarias y arquitectónicas, afirmando que estas instituciones disciplinarias ya no están limitadas exclusivamente a escuelas, hospitales o gobiernos, sino que nuestras propias tecnologías inmediatas, como las tecnologías de comunicación o de información son nuestras nuevas herramientas auto disciplinarias.
En este caso, las tecnologías informáticas artificiales a través de la big data se convierten también en dispositivos de control de movimiento o desplazamiento en espacios determinados no es necesario llevar un brazalete biométrico en el tobillo, sino basta con nuestros propios GPS del celular para saber dónde estamos. En un primer momento no se evidencia claramente que la relación que tenemos con el territorio y el paisaje también está mediada por las tecnologías y todas estas tecnologías se convierten en herramientas de vigilancia y control de nuestra mediación con el paisaje/territorio.
Un punto importante en este análisis es pensar en los estados nacionales y como estas fronteras territoriales históricas entre estados que marcaron la memoria y la ideología de muchos países en la región, estas fronteras nacionales ha ampliado su significación a través del COVID-19, entendiéndose a la nuevas fronteras territoriales desde la arquitectura… nuestras propias casas. Hoy en día pensar en el desplazamiento en la ciudad, en el campo, en el territorio es cruzar este muro doméstico y exponerse temerariamente a la vulnerabilidad de la situación. Por lo que optamos también por pensar en nuestras sociedades, en nuestras comunidades y en nuestras casas como espacios cerrados, donde protejamos nuestra inmunidad, por lo tanto pensar en lo abierto o en lo público, hoy en día se convierte en un ejercicio de riesgo.
Pensar en el territorio/paisaje y al cuerpo como territorio, es ser interpelado por el concepto de cerrar e inmunidad; nuestras fronteras físicas y arquitectónicas se ven agredidas por la relación que tengamos con el otro y con el paisaje.
Cuándo pensamos en el paisaje pensamos también en el aire puro, en el horizonte, en la naturaleza en aquellos espacios que para nosotros significan algo especial. Sin embargo esos espacios de sosiego se han convertido en nuevos territorios de riesgo, donde la nueva frontera es la mascarilla y aquel aire público, común, rico ahora debe ser tuyo y no debe mezclarse.
Nosotros como sujetos sociales, usuarios de estas nuevas fronteras, que se basan en medidas estrictas de confinamiento e inmovilización de cada cuerpo en cada casa. Nos vemos obligados a pensar ¿cómo nos vamos a relacionar con nuestro entorno y con el paisaje/territorio?.
Una primera conclusión se acercara a reflexionar de cómo esta pandemia del COVID-19 ha generado importantes cambios en nuestros desplazamientos, refiriéndonos explícitamente a nuestra situación de confinamiento en nuestros domicilios personales. Por lo tanto pensar desde el confinamiento, en nuestro caso no lleva a pensar sobre el nuevo paisaje, el nuevo paisaje que se dibuja, el paisaje desde nuestras casas o el paisaje como memoria; estas nuevas variables que el encierro provoca, nos obliga a entender el paisaje desde nuestros espacios domésticos, aquellos nuevos espacios que se ha convertido en nuestro centro de economía y nuestro centro de trabajo o como preciado define a la casa: como la nueva Tele República.
Como consecuencias del COVID-19, hemos visto la recuperación del paisaje natural, el acercamiento de de todo tipo animales hacia aquellos espacios que fueron colonizados por los hombres, que redujeron su hábitat y que de alguna forman por mínima que sea, el COVID-19 permitió la recuperación del algunos paisajes/territorios naturales.
En muchos casos el paisaje/territorio forma parte de nuestra cotidianidad, dentro del desplazamiento del trabajo a la casa o un fin de semana en el campo, o simplemente un dia de esparcimiento familiar, hoy en día ese desplazamiento se ha restringido a la contemplación desde un balcón o del techo de nuestras casas o un ver digital.
El COVID-19 nos obliga a repensar en el diseño de estos estados nacionales a través del parque, el parque de barrio, este “parque” que fue diseñado para acercar la naturaleza a las zonas urbanas y que hoy en día ese “parque” se convierte en el primer espacio inmediato para relacionarnos con la naturaleza con el paisaje y con el territorio.
Por lo que nos encontramos en estos tiempos frente a nuevos procesos de inventar o repensar nuestra relación con el territorio/paisaje; es inminente que el ser humano no puede estar distanciado y confinado en relación al territorio/paisaje; la salud emocional se ve afectada frente a estas nuevas fronteras y confinamientos en nuestros propios territorios, los seres humanos necesitamos del equilibrio entre naturaleza (vegetación y animales) y de nuestra comunidad para poder existir.
Zizek señala que ya no hay vuelta a la normalidad, la nueva “normalidad” tendrá que ser construida sobre las ruinas de nuestras viejas vidas.
Si entendemos al confinamiento como lo señala Michelle Foucault: como doctrina de disciplinamiento y está pensada en el castigo y por lo tanto en el sufrimiento y dolor, es allí donde la falta de naturaleza como interacción, afectará nuestra salud emocional y relacional. Considero que es allí donde nos vemos obligados a re-pensar en estrategias de emancipación, de nuevas relaciones, de nuevas formas de convivencia o nuevas sensaciones con nuestro paisaje natural.